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En el siglo XIV, China enfrentaba una crisis política, económica y social bajo el yugo del dominio mongol de la dinastía Yuan.
La corrupción, la pobreza y las tensiones étnicas estaban en su punto más alto.
Fue en este ambiente de agitación donde Zhu Yuanzhang, un monje budista y más tarde un líder rebelde, tomó las riendas del destino para fundar la dinastía Ming.
Proclamado como el Emperador Hongwu, estableció la capital en Nankín e inició una serie de reformas destinadas a restaurar la gloria de China.